Quiero compartir con ustedes esta reflexión anónima que me encanta. Creo que es la mejor analogía que he leído sobre esto que llamamos vida, y comparto la idea de que la vida es como un simple viaje en un tren. Un viaje sin regreso, cargado de sorpresas, de alegrías y de penas. Un viaje en el que nunca sabremos en qué momento tendremos de bajarnos y despedirnos. O en qué momento del viaje esa persona que hoy esta tan cerca de nosotros, tendrá que hacerlo.
Todo esto me lleva a una reflexión, por qué si el tiempo del viaje es tan impredecible tanto para nosotros como para todos los que amamos, por qué perdemos tanto tiempo siendo infelices, discutiendo, criticando, peleando, alejándonos…. Por qué mejor no buscamos la paz y la felicidad, y sacamos del corazón el odio, el rencor y el resentimiento que además de no aportarnos nada nos resta energía y calidad de vida.
Por otro lado, es doloroso saber que en un viaje tan corto, muchos de nuestros seres queridos viajen en “vagones” muy diferentes al nuestro. Tan diferentes que muchas veces no nos encontramos, y peor aún puede darse el caso en que físicamente nos encontremos y sean tan distintas las rutas que hayamos tomado anteriormente que resulte imposible acostumbrarnos a viajar nuevamente en el mismo vagón.
Pienso que debemos sacarle provecho a todas las personas especiales que nos acompañan en este viaje y vivir junto a ellos la maravillosa experiencia de su compañía. Pero considero no menos importante el aporte que podemos hacer a los demás, para cuando nos llegue el instante de nuestra partida hayamos dejado profundas huellas.
Los invito a que lean la siguiente reflexión, espero que les guste y que les ayude a sacar sus propias conclusiones y enseñanzas...
Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable.
No obstante, esto no impide que se suban otras personas que nos serán muy especiales. Llegan nuestros hermanos, amigos y esos amores maravillosos.
Y habrá otros que, circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible.
Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos…
Ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia... Creo que sí.
Separarme de algunos amigos de los que hice en el viaje será doloroso. Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario